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Fuente de las Campanillas: una historia que contar

La historia de esta fuente se encuentra ligada a la del Palacio del Buen Retiro y su jardín. Descubre cómo han variado sus características a lo largo de los siglos.

El edificio palaciego se empieza a construir en 1630 por iniciativa del valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares. Una vez concluido el cuerpo principal del edificio en 1633, las obras se centraron en los jardines hasta finales de la década de los 30 (BLASCO 2001: 88). Se dispone delante de esta primera construcción un jardín llamado de las Ocho Calles Cubiertas o Jardín Ochavado, compuesto por ocho corredores que se cruzan en el centro. El estanque Lobulado se localiza en el extremo de uno de ellos, el del noreste, encontrándose, a su vez, rodeada en su lado este por la ermita de San Bruno (identificada en Plano de Texeira con n.º 84). En un cuadro atribuido a Giuseppe Leonardo, que muestra una vista general del Palacio y su jardín en 1636-1637, se pueden observar estos elementos (Fig. 1).

El Memorial Histórico Español describe el Jardín Ochavado como “una huerta que dividen y hermosean ocho calles de menuda arena en forma de estrella que viene a juntarse en un centro común, donde se ven arcos de madera labrada, entretejidos de rosales, moreras y membrillos, formando una pared verde con sus ventanas a trechos” (MARIBLANCA, R.: 1991, 47). Estas características del Ochavado podemos observarlas en el Plano Topográfico de la Villa de Madrid elaborado por Texeira en 1656 (Fig. 2). Posteriormente, este plano fue levantado tridimensionalmente en la maqueta realizada por Juan de Dios Hernández y Jesús Rey en 2000, aunque sin una representación topográfica original del terreno.

La construcción de la ‘Fuente de las Campanillas’ puede situarse en los primeros años de la década de 1630, cuando se inician las obras en los Jardines que complementarían el Palacio de El Retiro como lugar de ocio y esparcimiento de la familia real.          

La fuente era en origen un estanque utilizado para el riego de los jardines situados al sur y oeste del mismo, apareciendo así identificada en los grabados de Louis Meunier (h. 1665) y de Pieter van den Berge (h. 1700) bajo la denominación de ‘Estanque pequeño’, para diferenciarlo del Estanque Grande (Fig. 3 y 4). El Estanque Lobulado o del Ochavado está compuesto por un total de ocho lóbulos sobre los que se disponen otros tantos tramos de barandilla cuyos extremos de unión se insertan en unos machones coronados por bolas escurialenses (estructuras que aún se conservan). En el centro, sobre un pedestal poligonal con surtidores de agua en cada uno de sus lados, se alzaba un templete circular coronado con un chapitel, describiendo un aspecto de torrecilla. El templete presentaba dos cuerpos diferenciados: en el inferior se abrían unos vanos adintelados separados por pilastras mientras que el superior se disponían unos paneles con decoración de rombos en el centro separados por columnas. El chapitel tenía un saliente alero y se decoraba con cuatro pequeños lucernarios.

Más tarde, cuando Felipe V, de la casa de Borbón, vino a Madrid hizo proyectar el Parterre en el emplazamiento del antiguo Jardín Ochavado, siendo terminado en 1715. Para su construcción se hizo necesario explanar el espacio suavizando así la pendiente original. En el plano de Espinosa de los Monteros de 1769 podemos ver este jardín de tipo francés siguiendo los modelos de Versalles (Fig. 5).

El monumento central original en forma de torrecilla que decoraba el estanque fue destruyéndose con el paso del tiempo hasta que se hizo necesario reemplazarlo en tiempos del reinado de Fernando VII. Esta labor fue encargada al Arquitecto Real Isidro González Velázquez que ocupó este puesto entre 1814-1835, y que en aquel momento se hacía cargo de las pequeñas construcciones fantásticas denominadas ‘Caprichos’ que poblaron el Jardín del Reservado. Para la decoración del estanque, diseñó un motivo chinesco en 1814: sobre un podio de planta polilobulada, se levantaba un mástil que sostenía varios toldos o tejadillos de inspiración chinesca, el primero abalconado. En el boceto también podemos observar que dos pilares de los que salen unas tirantas en S sustentaban una pasarela de acceso (Fig. 6).

No sabemos con certeza cuándo fue construido este nuevo elemento, pero ya aparece en la maqueta realizada por León Gil Palacio entre 1828-30 (ORTEGA, J.; MARÍN, F.J., 2006: 14). En esta obra podemos observar que la disposición lineal de los árboles agrupados en dos áreas rectangulares que veíamos en el plano de Espinosa (1769) ha dejado paso a una distribución aleatoria de los mismos, quedando el Estanque de las Campanillas inserto en la masa arbórea. Asimismo, ha desaparecido la ermita que limitaba al este la antigua rotonda del estanque (Fig. 7 y 8).

Una fotografía realizada por Guirao Guirada en 1895 (Fig. 9) nos muestra una vista más detallada del estanque diseñado por Velázquez. En ella podemos ver que de los toldos colgaban unas campanillas, recibiendo por esta circunstancia el nombre popular de Estanque de las Campanillas. Un artículo de 1 de julio de 1873 publicado en La Ilustración Española y Americana se lamentaba de que dichas campanillas habían perdido el badajo que las hiciera sonar: “siempre hay un recuerdo para(…) los peces y las campanillas del estanque chinesco, ya mudas por falta de lengua y por no tener nada bueno que contarnos”.

La explicación para entender a qué se refiere el artículo con la expresión ‘nada bueno que contarnos’ la encontramos en un artículo publicado en las Actas Notariales de ABC de 20 de noviembre de 1965. En dicha publicación, Federico Carlos Sainz de Robles nos deleita con un detallado artículo sobre el Parque del Buen Retiro, titulado ‘Cualquier tiempo pasado, sí fue mejor’. En lo referente a la ‘Fuente de las Campanillas’, el autor escribe lo siguiente: “El Estanque de las Campanillas, de ‘forma chinesca’ –muy propio para un paisaje policromado sobre papel de arroz- siempre estaba colmado de agua y sin admitir otra impureza que la de las hojas muertas. Era como un espejo turbio, un poquito desazogado; y tenía tan mala fama, que los niños y adolescentes procuraban no acercarse a él, pues contaban las crónicas que entre 1805 y 1880 había servido de tumba ‘flotante y provisional’ a 224 suicidas”.

Dejando a un lado esta triste crónica del estanque debemos continuar con nuestro recorrido histórico. Siguiendo la prensa de fines del siglo XIX y principios del XX, sabemos que Madrid fue asolada por un ciclón el 15 de mayo de 1886 que dobló el mástil del motivo chinesco por la mitad (La Ilustración Española y Americana, 15 de mayo de 1886) siendo sustituido por una rocalla en 1911 (Fig. 10), que es la que ha llegado ligeramente modificada hasta nuestros días: “el estanque de las Campanillas, que estaba abandonado y en ruinas, se ha reparado por completo y construido en el centro una hermosa gruta con varios surtidores que vierten en artísticas cascadas al estanque, al que se han echado patos y peces en abundancia” (El Liberal, 23 de octubre de 1911). Estos animales sirvieron de entretenimiento a los visitantes ociosos que paseaban por el parque. Así se recoge en Blanco y Negro de 29 de agosto de 1915 al describir un día en el Parque del Retiro: “el estanque de las Campanillas se ha llenado de migas de pan, que echan los chicos y las muchachas para solazarse con la voracidad de los peces de colores”.

A lo largo del tiempo, el estanque ha sufrido diferentes reformas que han ido modificando su aspecto como se pudo documentar en la intervención arqueológica llevada a cabo durante unas obras de impermeabilización en 2013 (GARCIA, M.L. y MARTINEZ, A.B., 2014).

Texto de M. Luisa G. García-Saavedra y Ana B. Martínez Granero.

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