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Los viajes de agua de Madrid

Desde los orígenes de la ciudad hasta la inauguración del Canal de Isabel II en 1858, el agua que se bebía en Madrid provenía de una extensa red de canalizaciones llamadas 'viajes de agua'.

No solo el agua potable, sino todo el abastecimiento de los madrileños dependía exclusivamente de estas aguas subterráneas, conducidas a través de cientos de kilómetros de galerías, que los árabes comenzaron a extender en el siglo IX.

Muchas de esas conducciones siguen bajo el asfalto, si bien han sufrido graves deterioros por derrumbes o han desaparecido debido a la realización de obras sucesivas en la ciudad.

Mayrit: la ciudad edificada sobre agua.

Sobre la fachada de uno de los edificios que delimitan la plaza de Puerta Cerrada, muy cerca de la plaza Mayor, sobrevive una de las tres grandes pinturas murales que en 1983 firmó el artista madrileño Alberto Corazón, en la que se puede leer: “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”.

El mural hace referencia al primer emblema que tuvo Madrid en el siglo XII, según lo describe el humanista y cronista de la villa, Juan López de Hoyos. La frase, que suena casi como un acertijo, destaca dos elementos esenciales para la ciudad medieval: por un lado, los sólidos muros de pedernal que la protegían; el fuego hace referencia a las chispas que arrancaban las flechas al impactar en ellos, y por otro a los numerosos arroyos y cursos de agua que recorrían su subsuelo, regando sus campos y abasteciendo la ciudad.

El historiador Jaime Oliver Asín sitúa en el arroyo de San Pedro (actual Calle de Segovia), la existencia de una aldea visigoda de nombre Matrice o “madre de aguas”, hipótesis reforzada por el hallazgo arqueológico en 2011 de un esqueleto visigodo cerca del Palacio Real.

Plaza de Puerta Cerrada con la cruz de 1738

Según Asín, los musulmanes se establecen por encima de esta aldea en el siglo IX y traducen el nombre visigodo dando el nombre de Mayrit a la ciudad, palabra que hace alusión de nuevo a esta abundancia de agua.

Madrid nace como un emplazamiento militar con valor estratégico importante. Su fortaleza se construyó en el punto más alto del terreno (donde hoy se levanta el Palacio Real) desde donde la visibilidad era mayor. Existía por tanto un gran desnivel con respecto al río Manzanares, el más caudaloso de la zona (sin serlo mucho), y al resto de arroyos como el de San Pedro que discurrían por la cota más baja. La altura hacía muy difícil el transporte del agua hasta la fortaleza y la medina, pero además estas corrientes se descartaron como proveedoras de agua potable en parte por su escaso caudal, pero sobre todo por la suciedad que arrastraban al discurrir por la superficie.

Sin embargo, el agua era abundante en el subsuelo gracias a que la tierra de Madrid se compone de una capa superior de arena permeable que filtra el agua de lluvia, y una base más profunda de arcilla, un material impermeable que retiene el agua formando grandes balsas subterráneas de agua dulce y limpia.

Se recurre por tanto al qanat o viaje de agua (del latín vía aquae), invento de origen persa que fue empleado durante siglos, tanto por los romanos en la construcción de acueductos, como por la cultura islámica que lo perfecciona.

Se trata de un ingenio hidráulico que permite un mejor aprovechamiento del agua en los lugares donde es un recurso escaso y que consiste en captar las aguas de infiltración retenidas en los acuíferos, llevándolas hasta las puertas de la ciudad por medio de pozos y galerías subterráneas que finalizaban en las fuentes y caños públicos.

Muralla árabe de Madrid

Para que funcionara, las zonas de captación debían estar a mayor altura que la villa, de forma que las canalizaciones siempre tuvieran una pendiente descendiente, permitiendo que el agua discurriera por gravedad.

Tras la conquista cristiana en el siglo XI, los madrileños seguirán utilizando el sistema de abastecimiento que encontraron, construyendo nuevas canalizaciones e incorporando nuevos acuíferos a la red.

Abastecer a la nueva Corte

Con el establecimiento de la Corte en Madrid en 1561 con Felipe II, la población crece exponencialmente de 20000 a 90000 habitantes en muy poco tiempo, comprometiendo el suministro pues el sistema de canalizaciones es insuficiente.

Felipe III ordena buscar agua, necesariamente más lejos de la ciudad. Se encuentran tres grandes acuíferos a partir de los cuales se ordena en 1611 la construcción de cuatro grandes viajes de agua: el de Amaniel para suministro exclusivo del Alcázar, el de Fuente Castellana y los de Abroñigal Alto y Bajo. En 1617 el Consejo de Castilla crea la Junta de Fuentes de Madrid, que se encargará de la creación, gestión y mantenimiento de la red durante siglo y medio.

Otros viajes menores, llamados de “aguas gordas” por ser ricas en cal eran usados para lavar ropa y regar, entre ellos el de la Fuente del Berro, cuyas aguas se decía tenían propiedades curativas, y el del lavadero de los Caños del Peral, cuyos restos pueden verse en el vestíbulo de la estación de Metro de Ópera.

La fuente de los Caños del Peral 

El viaje de agua de Amaniel

Los viajes tenían titularidad municipal y terminaban en fuentes y caños a pie de calle de los que se surtían los vecinos. No había apenas suministro privado debido a la poca presión y caudal del agua.

El viaje de Amaniel es una excepción pues es el único de titularidad privada, perteneciendo a la Casa Real. Daba servicio al Alcazar (y más tarde al Palacio Real) y servía para que la Corona pudiera dar concesiones de agua a conventos y a algunos nobles.

El tramo visitable cumple con las características de este tipo de construcciones: tiene varias galerías de ladrillo por las que cabe una persona, con pozos de ventilación y de acceso, además de hornacinas en las paredes para colocar luminarias. Los túneles llegan hasta la Dehesa de la Villa, pero están seccionados por los cimientos de edificios contemporáneos.

El departamento de Educación Ambiental del Área de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid organiza visitas guiadas gratuitas para conocer en profundidad la historia y las curiosidades que giran en torno a algunos de los viajes de agua del subsuelo madrileño.

 

Exterior del viaje de agua de Amaniel en el Paseo de Juan XXIII

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