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Universidad, un barrio de maravillas

El barrio de Universidad fue originariamente conocido como Maravillas, en alusión a un extinto convento carmelita sito en la actual plaza del Dos de Mayo en cuyos terrenos abundaban unas flores —las maravillas— que terminaron dando denominación al enclave.

En 1961 adoptaría el sobrenombre de barrio de Malasaña en memoria de una joven costurera, Manuela, víctima de la represión francesa del 2 de mayo de 1808, cuyos restos reposan en la iglesia de la Buena Dicha de la calle de Silva.

Vista aérea de la Plaza del Dos de Mayo

Incluido en el Distrito Centro, el barrio de Universidad (así llamado desde 1845 por alojar a la entonces Universidad Central establecida en el viejo Noviciado de Jesuitas de San Bernardo tres años antes) abarca una superficie de 95 hectáreas. Limita al norte con las calles de Alberto Aguilera y Carranza; al este con Fuencarral; al oeste con Princesa, y al sur con la Gran Vía. Cuenta con una población próxima a los 33.000 moradores.

Límites del Barrio de Universidad

Su cercanía al centro del poder —el Alcázar y su heredero, el palacio de Oriente— atrajo en su momento a lo más granado de la aristocracia cortesana. Varios son los ejemplos que lo atestiguan: los palacios de Sonora y Parcent en San Bernardo, ambos sede de las principales dependencias del Ministerio de Justicia; el palacio Bauer, en la misma arteria, el cual acoge hoy la Escuela Superior de Canto; el del conde de Aranda en Fuencarral, sobre cuyo solar contemplamos el Tribunal de Cuentas; el del marqués de Santa Cruz en la calle de San Bernardino, o el del conde de Altamira en la calle de la Flor Alta (Instituto Europeo del Diseño desde 2006) proyectado por Ventura Rodríguez al igual que la imponente residencia de la Casa de Alba en Princesa.

Madrid, urbe eclesiástica por antonomasia, conserva en ese entorno muestras significativas de arquitectura religiosa: la iglesia de San Marcos (calle de San Leonardo), obra del citado alarife; la de San Antonio de los Alemanes en los alrededores de la corredera baja de San Pablo (una de las cumbres del barroco madrileño) o la de Monserrat en San Bernardo. La calidad constructiva de algunos de sus conventos tampoco le va a la zaga, como lo demuestra el de las Comendadoras, en la plaza homónima, el de Don Juan de Alarcón (calle de Valverde) o el de las Salesas Nuevas en San Bernardo.

Este aplastante impacto de las clases privilegiadas sobre el espacio urbano que nos ocupa no excluye ni mucho menos al elemento popular. Al igual que otros puntos castizos del Madrid de los siglos XVIIIXIX (Lavapiés, Latina o Chamberí), en Malasaña no faltaban majos y majas, chulapos y chulapas, tipos popularizados en zarzuelas y habitantes habituales de las célebres corralas, de las que aún perviven en torno a una veintena en el barrio.
Este ha sido y es además un territorio educativo de referencia. Aparte de la universidad que le da nombre, dio cobijo a lo largo de la historia a otros centros de enseñanza de primer orden como el colegio de Areneros, actual sede de la Universidad Pontificia de Comillas en Alberto Aguilera, en cuya configuración participó el arquitecto Antonio Palacios; la Escuela Modelo de la plaza del Dos de Mayo (hoy colegio público Pi y Margall), pionera desde 1885 en la formación de niños de ambos sexos y donde llegó a ubicarse la Biblioteca Municipal, o el Seminario de Nobles en la vía del mismo nombre, desaparecido en 1836. Sobreviven otros de renombre: el Instituto Cardenal Cisneros, creado en 1845 (calle de los Reyes) o el Lope de Vega en San Bernardo.

El ocio ha encontrado aquí desde siempre su espacio. Uno de los ejes fundamentales de la urbe, la Gran Vía (surcada por el lado de nuestro barrio por señeras construcciones como la Telefónica, el Palacio de la Prensa o el Edificio España), está rematada al confluir con la plaza de España por el Coliseo, teatro erigido en la década de los años 30 de la pasada centuria por iniciativa del músico Jacinto Guerrero. Y cómo no hablar del estallido cultural que significó la Movida, ejemplarizada en locales de culto como la Vía Láctea (calle de Velarde) y, en especial, El Penta (inaugurado en 1976 en la calle de la Palma), uno de cuyos artífices, Antonio Vega, tiene no muy lejos de ahí una plazuela dedicada. Sin olvidarnos, eso sí, de otros lugares más propios para la tertulia y la reflexión caso del café Moderno de la plaza de las Comendadoras.

Así las cosas, no es de extrañar el reflejo del barrio en la literatura. Desde el sainete dieciochesco popularizado por Ramón de la Cruz en La comedia de Maravillas, pasando por el precursor de la bohemia madrileña, Alejandro Sawa (fallecido en su buhardilla de Conde Duque e inspirador del Max Estrella valleinclanesco); los inevitables Galdós (Miau, El amigo Manso, La desheredada), Baroja (El árbol de la ciencia, La busca, Silvestre Paradox), Max Aub (La calle de Valverde), Cela (La colmena) y, por supuesto, Rosa Chacel y su Barrio de Maravillas, hasta llegar a otros autores más recientes como Julio Llamazares (El cielo de Madrid) o Juan Madrid (Días contados).
El espacio descrito ha servido también de plató para algunos de nuestros más grandes realizadores, como sucede, sin ir más lejos, con Fernando Fernán Gómez (El mundo sigue), Pedro Almodóvar (Pepi, Lucy, Bom, La piel que habito, Madres paralelas) o Álex de la Iglesia, quien ambientó su película El bar en la calle del Pez.

Estamos, sin duda, ante uno de los pulmones culturales de la capital. En 1763 la Real Compañía General de Impresores y Libreros del Reino elige un inmueble aún existente en San Bernardo para establecerse. La calle de Amaniel nos ofrece el Museo ABC de Dibujo e Ilustración, solar que allá por 1891 fue fábrica de Cervezas Mahou y mucho después Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Un poco más abajo, en la calle de Noviciado, nos topamos con la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, de la Universidad Complutense, y a medio camino entre ambos centros emerge la majestuosa mole del cuartel de Conde Duque, el gran contenedor cultural municipal.

Detengámonos un momento en este. Concebido en los albores del Setecientos como cuartel de guardias de Corps por el arquitecto Pedro de Ribera para Felipe V, primer monarca de la dinastía borbónica en España, sus distintos patios acogen instituciones gestionadas por la Dirección General de Archivos, Bibliotecas y Museos del Ayuntamiento (el Archivo de Villa, el Museo de Arte Contemporáneo, la Hemeroteca Municipal, la Biblioteca Pública Benito Pérez Galdós, la Histórica, la Técnica, la Musical Víctor Espinós y la Digital Memoriademadrid), la Dirección General de Patrimonio y Paisaje Urbano y la empresa pública Madrid Destino, responsable esta última, entre otros espacios, del Teatro, el Salón de actos o la Sala de bóvedas.

Vista aérea del cuartel de Conde Duque

Podríamos, en fin, seguir enumerando más y más atractivos de un escenario en el que armónicamente conviven tradición y modernidad, convertido con el paso del tiempo en un auténtico barrio de maravillas.

Bibliografía:

Domínguez Alcocer, Mariano: Barrio de Malasaña. Ed. Turpin. Madrid, 2016.

Gea Ortigas, María Isabel: Historia de los distritos de Madrid: Centro. Ed. La Librería. Madrid, 2000.

Ordovás, Jesús y Godes, Patricia: Guía del Madrid de la Movida. Anaya Touring. Madrid, 2020.

Osorio García de Oteyza, Carlos: Malasaña. Ed. Temporae. Madrid, 2013.

Páginas web recomendadas:

Caminando por Madrid: https://caminandopormadrid.com

Somos Malasaña: https://www.eldiario.es/madrid/somos/malasana

Esto es Malasaña: https://estoesmalasana.wordpress.com

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