'Mis cien demonios' de Linda Barry
Mis cien demonios no es exactamente un libro de memorias, ni es una autobiografía en sentido estricto, pero tampoco es un libro de ficción. Su autora, Linda Barry, lo define con una palabra inventada: "autobioficcionalografía". Consiste en un formato en el que mezcla los anteriores y desde el que revisa su pasado, especialmente la infancia y la adolescencia, desde la perspectiva que aporta haber cumplido la cuarentena.
Al hacerlo “libera” a sus propios demonios, y lo hace inspirándose en el cuadro de un monje zen del siglo XVI que dibujaba a cien demonios que se perseguían unos a otros a lo largo y ancho de un papiro. El ‘papiro’ de Barry tiene algo más de 200 páginas apaisadas en formato mediano, y se divide en 17 capítulos que reflejan los episodios más ‘terribles’ de la vida de la autora, como su primer novio, un viaje de LSD o su primer “curro”… Pero que nadie piense que este es un cómic de terror. Muchos de estos pasajes, por muy pavorosos que fueran para la autora, resultan francamente cómicos. A lo largo de la historia el lector va conociendo a esos demonios contra los que ha tenido que luchar la autora (y prácticamente cualquiera a lo largo de su vida): machismo, racismo, estereotipos sociales…
Una vez superados miedos y demonios, en las páginas finales la autora explica su método (trabaja siempre con tinta y pincel) e incluye fotografías de su material de dibujo, lo cual refuerza el sentido de artesanía que transmite desde el principio el libro.
A pesar de ser considerada un clásico de la novela gráfica desde la publicación de esta obra (en 2002), Barry permanecía silenciada en castellano hasta esta edición de 2020, en la que Reservoir Books y la traductora Montse Meneses Vilar decidieron sacarla a la luz. Y ya venía haciendo falta en España poder leer a esta autora tan reconocida fuera, que bebe de la influencia (confesa) de la talla de Chris Ware y que es a su vez referencia más que evidente de compañeras del gremio como Emil Ferris o Gabrielle Bell.