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Lo que parecía que iba a durar apenas dos semanas, una estancia corta, termina convirtiéndose para Lola, la protagonista, en una temporada muy larga con su abuela Amalia en Huelva.

Un imprevisto hace retrasar el regreso de sus padres a España y se ve obligada a quedarse en Canela, una localidad cercana a Ayamonte.  Al saber que, por problemas de trabajo, sus padres no vendrán a buscarla, le invade una gran tristeza. Qué va a hacer allí sin sus amigas y sin wifi; las horas van a pasar muy lentas y poco a poco Lola va entendiendo que esa lentitud y las conversaciones en la quietud de una vida con su abuela le van a hacer descubrir ideas que no conocía. Amalia le habla a su nieta de una España muy diferente, con unas dificultades que a la protagonista le resultaban lejanas y que al oírlas de boca de su abuela, en su cercanía, las siente como propias; la precariedad, el amor, la discriminación en un tiempo donde ser mujer lo tenía mucho más difícil para estudiar, para casarse con la persona que amaba; temas que van tejiendo en ella una visión totalmente diferente de la que tenía sobre esos años, y sobre todo la hace reflexionar sobre su presente. El último día antes de regresar con sus padres, apenas puede levantarse de la cama, no quiere irse, lo único que piensa es cuando va a poder estar de vuelta.

En resumen, el intercambio generacional crea en Lola una riqueza de vivencias aprendidas con la escucha, pareciendo que Lola termina recorriendo un pequeño viaje introspectivo donde nuevas perspectivas se le abren a su vida, el contraste de una historia pasada con una vida todavía por descubrir.