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La vida es atravesada por el deseo y conseguir su realización representa un acto heroico. Por eso, desde la antigüedad, la épica ha representado una fuente de inspiración y su resonancia permanece en el imaginario colectivo. Las hazañas que han atravesado el tiempo en los cantares de gesta dan cuenta de los desafíos de la existencia. La Historia también ha sido escrita a través de la imaginación y los impulsos; desde tiempos remotos, la fantasía se enlaza con la realidad y lo que ha sido descrito se asemeja a los desafíos actuales. Los misterios siguen atravesados por las palabras y las acciones. Los personajes de aquellas epopeyas se internaron en bosques, navegaron mares tempestuosos o se enfrentaron a criaturas aterradoras y sus búsquedas pueden reconocerse y aquilatarse en el presente convulso. El mundo contemporáneo no puede habitarse sin sentir inquietud ante el riesgo. Entonces ¿Por qué hoy no se canta a los sueños imposibles? Las acciones gloriosas se realizan incluso ahora, a pesar de las consideraciones sobre la proximidad de un límite. La maternidad, el amor o la fortaleza pueden reconocerse como parte fundamental de la vida aventurada en este mundo. El cuerpo en movimiento se despliega e invoca al misterio, realiza un llamado que cruza el tiempo, se interna en bosques o mares imaginarios, enfrenta a los miedos y las criaturas para dibujar el espacio. La luz desciende al centro de la escena para alumbrar el trayecto hacia un destino afortunado. El deseo se nutre con la necesidad de rebelión y, al recordar las batallas de aquellos guerreros, se canta de nuevo una melodía parecida a un himno que se acompaña por el movimiento de un cuerpo vibrante. La memoria del pasado permite reconocer la valentía y la heroicidad que son necesarias para realizar el deseo.

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