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En la infancia el lenguaje es otro. La etimología de la palabra “infancia” encierra una relación distinta con el habla y apunta hacia la imposibilidad de expresarse de manera clara ante los demás. Durante esos primeros años de vida, el mundo es nombrado de forma singular y la imaginación se desboca a través de acciones inesperadas. 

El ímpetu de la violencia se encarna en los personajes de Medea’s Children y revisita la obra de Eurípides para tejer nuevas lecturas y enlazarse con una historia real ocurrida en Bélgica, el 28 de febrero de 2007, cuando Geneviève Lhermitte asesinó a sus cinco hijos. Diecisés años después, em 2023, la mujer murió por eutanasia  en el mismo día que los asesinatos.

Milo Rau extrae desde el fondo de las emociones más controvertidas, la fuerza primigenia que sustenta al crimen. Atestiguamos el horror con imágenes de gran belleza y presenciamos escenas implacables que se enroscan en nuestra mente. La obra establece un intercambio estremecedor con el público y plantea de qué manera la infancia puede convocar a un nuevo lenguaje que transgrede las concepciones comunes. En el mundo contemporáneo ¿Tenemos disposición para reconocer la ira que nos constituye? ¿Miramos la violencia con los ojos abiertos?

La palabra se carga de sentido. Los movimientos de los actores traspasan límites. Lo que se ve fuera de escena se coloca al centro. Y los ojos infantiles pierden la mirada más allá de la sala para que escapemos con ellos. Milo Rau ha conseguido representar la naturaleza de la crueldad para hacer hablar a la infancia, para que los niños nombren lo que se escapa de nuestra vista porque el origen suele formar un círculo acabado. Y la conclusión de un mundo, la orilla en la que nos encontramos, tiene el color de la sangre.