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El mundo contemporáneo estremece al cuerpo. Como si cruzara un desierto para encontrar un remanso y divisar la aparición del agua, el paisaje se abre y forma una grieta que será transitada por un ser solitario que encuentra en este camino oblicuo y desviado una posibilidad. Las hormonas, como la adrenalina y el cortisol, despliegan sus potencias. La química del organismo palpita y reacciona ante el dolor que la realidad provoca; la crisis ante lo observado se manifiesta mediante la supervivencia, cuya anatomía resiste al horror. ¿El cuerpo en movimiento puede transformar las imágenes grotescas e incesantes? El constante flujo emocional se aleja del entendimiento. Laura Ramírez Ashbaugh muestra la variabilidad de un cuerpo no fijo, desajustado para revelar sus atributos místicos. La disolución y reconfiguración señalan la entrada hacia lo desconocido, puede sentirse el flujo constante de un ritmo que modifica la visión del mundo. Ante la ruina es necesario el pensamiento colectivo. Los desplazamientos se experimentan apartados de la narrativa y el umbral químico señala los bordes; el éxtasis se gesta y alumbra la llegada de un nuevo modo de atravesar la conmoción frente a las imágenes. A través de esta práctica ocurre una metamorfosis en tiempo real donde el cuerpo desarticula reconfigura la importancia de la memoria. Las visiones son enfrentadas por la química del organismo y por la veracidad de fortaleza. El corazón aumenta la velocidad de sus latidos, se aleja del entendimiento y las emociones son revaloradas: el espectador es testigo de la resonancia de un cuerpo en su entorno.

Público general.

Duración 60 minutos.

Teatro + Danza.

Más información en la página web de Conde Duque.