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Marina iba a pasarse el verano metida en una academia estudiando (o entreteniéndose con los mosquitos) por haber suspendido. Pero, en un giro impensable del destino, su perfecta hermana mayor, Ángela, contrae la varicela y, como su viaje a Dublín de intercambio con una familia ya está pagado, sus padres deciden enviar a Marina, enfundada en la ropa de su hermana, una peluca rubia y unas lentillas azules, para dar el cambiazo.

Marina, enamorada del guapísimo novio irlandés de Ángela, al que sólo ha visto en foto, se va toda contenta sin reparar en que, quizás, y sólo quizás, el verano en Dublín no sea tan idílico como ella imagina.

Y por otro lado tenemos a C.C. (alias Cicerón, pero ni se te ocurra llamarlo así) a quien sus padres, en un intento desesperado por alejarlo de las pantallas del ordenador, envían a Dublín a una casa sin cobertura y sin monedas sueltas para poder conectarse en un cibercafé, en lo que a todas luces (o mejor dicho, sin ellas) es una tortura para el pobre muchacho, quien no dejará de cruzarse con Marina (pero no la llames así, que ella es Ángela, no Marina) desde el primer momento.

Una graciosísima comedia de enredo en la que todo lo que puede salir mal, saldrá fatal, y el resto, aún peor, con la que no dejarás de reírte desde la primera a la última página.