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Ganadoras y ganadores del IV Concurso de Microrrelatos: Los 7 pecados capitales

Estos son las ganadoras y los ganadores de nuestro IV Concurso de microrrelatos dedicado a los pecados capitales, celebrado en 2012.

 

AVARICIA

La caja fuerte más segura (Salvador Robles Miras)

La avaricia del hombre no estaba reñida con la astucia. Como no confiaba mucho en la seguridad de los bancos, utilizaba los veintitantos libros de su parca biblioteca como sendas cajas fuertes. En el que más dinero guardaba era en la críptica novela "Ulises". A pesar de que sufrió varios robos a lo largo de su vida, jamás al astuto avaro le arrebató nadie ni un solo billete del "Ulises". James Joyce espantaba a todos los merodeadores.

 

ENVIDIA

20 centímetros (Mª José Fernández Gómez)

¿Pero de verdad sabéis lo que son veinte centímetros? Ya sé que muchas mujeres consideran que es el tamaño ideal, y la envidia me llevó a emularlas. Nunca lo había probado, y os puedo asegurar que la experiencia me resultó dolorosa, casi traumática, y a Dios pongo por testigo de que no lo repetiré, que volveré a contentarme con bastante menos, ¡pero si hoy apenas puedo caminar! Os aseguro que me siento completamente dolorida, que cada paso que doy es una tortura insufrible... no, nunca más, jamás volveré a ponerme tacones de veinte centímetros.

 

LUJURIA

Un día en la consulta (Laura Escriche Andrés)

"Mi perro me mira con lujuria", le aseguré al psicoanalista. Él arqueó las cejas y escribió algo en su libreta azul marino. Supe que no me había tomado en serio. Al día siguiente volví a la consulta con el perro en brazos. Él, por su parte, se había preparado un largo discurso sobre la libido, mi hermana y Dios. A los diez minutos de empezar a hablar, sin embargo, tuvo que detenerse. En todo ese tiempo, mi perro no había dejado de mirarle la bragueta; como es natural, empezaba a sentirse incómodo.

 

PEREZA

Indolencia(Pablo Solares Villar)

Tales eran su pereza y su indolencia que había desgastado el techo de tanto mirarlo y había agotado los términos del diccionario a base de forjar excusas, por ello cuando la escayola se vino abajo sobre su cabeza no encontró palabras para pedir socorro.

 

GULA

Paco's oil (Carmen Sánchez Carnero)

Había trocitos de Paco en todas partes, en los huevos mal fritos de los universitarios, en el cocido de las abuelas, en el bocata de calamares de ese bar de Malasaña y en el pollo a la Pantoja de la vecina. A Paco, como era de esperar, un día le explotó el corazón a causa de la gula, pero más del colesterol. Su pasión, la comida española. En su testamento, daba la orden de construir una empresa de aceite de oliva en Sevilla, que llevara su nombre. De esta manera, Paco sigue sin perderse ni una de sus comidas favoritas.

 

IRA

Ira o irá (Nada Marrazzo)

¿¡Ira!?- gritó el maestro proyectando gotitas de saliva sobre los primeros bancos.-La tercera futura del verbo "ir" es también aguda, Pérez. ¡A la pizarra y escriba "irá" veinte veces! Un chaval enjuto y grisáceo, avanzó bajo la burla silente de sus compañeros, arrastrando pasos envueltos en zapatos que se habían despedido hace mucho del brillo de las vitrinas y, llegado a la pizarra, empezó a lloriquear mientras que con dedos temblorosos trazaba una larga columna de "I-R-Á". A sus espaldas, el maestro, a grandes zancadas, parecía esperar la ocasión para quitar la tilde de cada uno de ellos.

 

SOBERBIA

La fotocopiadora (Adrián Pino Olivera)

Cruzo el pasillo de la oficina y me dirijo a la fotocopiadora. Abro la tapa. Coloco mi cara sobre el cristal. Cierro la tapa. Pulso el botón verde. La luz cruza el cristal y me deslumbra. Una mancha negra se queda en mi retina. Escucho la hoja salir del interior de la máquina. Una reproducción exacta de mi rostro. Pulso otra vez el botón verde. La luz me deslumbra de nuevo y la mancha negra se hace más grande. Tras haber hecho 500 fotocopias, la luz me deja ciego. Ciego de soberbia. Y con 500 folios de mi mismo.

 

TODOS LOS PECADOS

Siete pecados en uno (Diana Sampedro Sánchez)

Me envuelve, me aprisiona en un dulce descanso. Mi cuerpo permanece laxo, indolente. El sonido de mi despertador trata de nuevo de molestarme, mas no lo escucho; con la almohada sobre mi cabeza encuentro cobijo, escondite a su persecución estridente. He dormido bien, sin embargo quiero más. Más instantes para disfrutar entre sábanas sedosas la lujuria que siento. Gula de más sueños dulces. Envidia de quienes no poseen verdugo sonoro. Avaricia de todo el tiempo a mi conveniencia. Ira contra las normas que establece mi horario laboral. Soberbia por creerme por encima de ellas. Y lo llaman pereza sin embargo.

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