El Paseo del Prado
El Paseo del Prado es sin duda alguna, una de las piezas paisajísticas más importantes de Madrid, que determinó el desarrollo urbano de la Ciudad.
Conocido desde la Edad Media como Prado Viejo o de Atocha, encontramos la primera prueba documental en el Fuero de Madrid, estatuto jurídico de la Villa, ratificado por Alfonso VIII en 1202, donde se recogen entre otras cuestiones, los límites territoriales de la Villa. En esta época todo eran huertas y arroyuelos, a ambos lados del arroyo del Abroñigal, que lo convertían en un idílico paseo con dos órdenes de árboles, fuera de los límites de la villa que se encontraban en la actual puerta del Sol.
Felipe II, con motivo de su boda con su cuarta esposa, Ana de Austria, en 1570, mandó regularizar y hacer transitables los dos primeros tramos enumerados y, en dicha reorganización, ordeno plantar álamos ordenados en tres hileras, que contrastaban con las diferentes especies frutales de las huertas vecinas; así como colocar numerosas fuentes, cuya acometida procedía de un nuevo "viaje de agua" construido al efecto: el del Abroñigal Bajo, que la recogía del arroyo de este nombre y la canalizaba por tuberías hasta alcanzar las numerosas fuentes del Prado. Desde época de Felipe II se distinguieron dos tramos diferenciados: al sur el Prado Atocha y al norte el prado de los Jerónimos.
A mediados del siglo XVII el límite del caserío crece en la inmediaciones del paseo, aunque habrá que esperar a la llegada de los borbones en 1700, cuando se intenta dar a la villa una nueva imagen, donde se suceden las intervenciones, un primer intento se realiza con Fernando VI quien le encarga a J.B. Sachetti en 1745, un proyecto de remodelación del que se llegaron a realizar tres fuentes y la puerta monumental de Recoletos.
Pero la mayor obra fue sin duda la creación del Salón del Prado, en el antiguo prado de los Jerónimos, en el reinado de Carlos III por iniciativa del Conde de Aranda en 1766, que encarga la obra al ingeniero José de Hermosilla y al arquitecto Ventura Rodríguez. El primero se llevaría a cabo la labor de allanamiento, canalización de aguas y diseño del paseo y el segundo de Fuentes, bancos y elementos arquitectónicos. José de Hermosilla diseñó un paseo con planta de hipódromo, estrecho y alargado con un paseo peatonal central y dos vías laterales de circulación para carruajes. Los extremos del salón acababan en curvas o ábsides, con dos grandes fuentes circulares proyectadas por el arquitecto Ventura Rodríguez una dedicada a Neptuno, esculpida por Juan Gaspar de Mena, otra a Cibeles esculpida por Miguel Xímenes y en el centro el paseo, una dedicada a Apolo obra de Alfonso Bergaz, completaron el conjunto cuatro estatuas dedicadas a las estaciones esculpidas por Manuel Álvarez, todo el proyecto quedaba rematado en el extremo sur por la fuente de la Alcachofa, también diseñada por Ventura Rodríguez.
Como el Salón del Prado estaba rodeado de huertas y arboledas, en 1776 Ventura Rodríguez proyecto un gran pórtico cubierto de columnas con forma semicircular, situado frente a la fuente de Apolo pero su elevado coste impidió que fuese rea. Podríamos decir que las obras con sus esculturas están acabadas en 1777.
En 1774, por iniciativa el Marqués de Grimaldi se promueve la creación de Jardín Botánico, y unos años después, en 1785 el Conde de Floridablanca el Museo de Historia Natural (hoy Museo del Prado), dentro de un programa ilustrado. Al sur del eje del prado se formó un paseo que a su vez se partía, a un tridente en tres paseos arbolados, los que actualmente conocemos como Paseo de las Delicias, Santa María de la Cabeza, así como el primer tramo de lo que será la Ronda de Atocha.
La relevancia que va adquiriendo el Salón del Prado, dará lugar a que la nobleza construya allí sus palacios. En el siglo XIX, José Bonaparte realiza importantes cambios en la fisonomía de la ciudad, pero que se circunscriben a remodelaciones interiores. En la Maqueta de León Gil de Palacios de 1830, se ve que son escasas las modificaciones. Será en 1891, cuando se considera que la Fuente de la Cibeles se encuentra encajonada en un lecho y se coloca dónde está actualmente, cambiando su orientación y mirando hacia la puerta del sol.
En la primera mitad del siglo XX empiezan a desaparecer los antiguos palacios que son sustituidos por edificios oficiales. En cuanto al paseo su mediana central presenta un diseño simétrico aunque el trazado de los parterres es irregular, con formas almendradas, pero conservando la hileras de árboles originales. En la segunda mitad del siglo adquieren las formas geométricas que mantienen actualmente.