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Madrid, evolución de una ciudad, de Cervantes a Carlos III

En 2016 se produjeron dos efemérides importantes en la historia, el carácter y la configuración de Madrid. El IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes y el III centenario del nacimiento del rey Carlos III.

Para conmemorarlos, vamos a sumergirnos en un viaje de época, que nos llevará a dos ciudades de Madrid muy distintas: el Madrid cervantino y el Madrid de los Borbones.

El Madrid de Cervantes tiene un sabor todavía medieval, heredado del Madrid islámico (Mayrit) y del posterior Madrid cristiano, con calles laberínticas y las emblemáticas cavas, llamadas así porque eran calles cavadas debajo de las antiguas murallas árabe y cristiana. A lo largo de la Cava Baja, apareciendo y desapareciendo a lo largo de los siglos, existieron muchos mesones que creaban un ambiente especial en el Madrid en el que vivió Cervantes, a principios del siglo XVII. Así por ejemplo: el de La Merced, El León de Oro, el de San Isidro o la Posada del Dragón, llamada así debido a su cercanía a la Puerta de la Culebra la Puerta Cerrada, que tenía esculpido un dragón en su clave y que era lugar de frecuentes robos y asaltos, ya que tenía forma de codo. 

Todos estos lugares estaban sumidos en una profunda insalubridad, al carecer Madrid de alcantarillado. Los madrileños de la época, no obstante, no veían con malos ojos está atmósfera enrarecida e incluso creían que les libraba del aire demasiado limpio y puro del Guadarrama, que les abrasaba los pulmones. Era Madrid en muchos aspectos una ciudad conventual, plagada de órdenes religiosas con sus conventos, pero también y simultáneamente, era un Madrid de un profundo ambiente literario, donde florecieron los grandes escritores del Siglo de Oro español.  Las luchas e intrigas entre ellos hicieron que vieran la luz obras como el “Quijote de Avellaneda” donde un autor oculto tras un pseudónimo llegaba a manchar el nombre de Cervantes. La Corte y sus nobles hicieron que Madrid se convirtiera, en ese siglo XVII, en una ciudad donde las intrigas eran una forma de vida y constituían el día a día de muchos madrileños.

Radicalmente distinto es el Madrid que planteó a lo largo del XVIII el rey Carlos III. Su alcaldía, además de su reinado, supuso para Madrid dar el salto de ser una ciudad medieval a una moderna capital europea. Entre las reformas destaca el embellecimiento y saneamiento de Madrid: empedrado de las calles, alumbrado público, evacuación de basuras, construcción de paseos y monumentos como la Puerta de Alcalá, el Museo del Prado, el Observatorio Astronómico, el Jardín Botánico, las fuentes de Neptuno, Cibeles y Apolo. Llevando a cabo una ingente labor de urbanización de la ciudad.

Carlos III fue el primer rey que se instaló en el Palacio Real, en 1764, una maravilla arquitectónica, con tres plantas nobles y cuatro entreplantas. Las fachadas del palacio miden 130 metros de lado por 33 de alto; 870 ventanas y 240 balcones se abren a fachadas y patio. La superficie asciende a 100.000 metros cuadrados, y cuenta con 44 escaleras y más de 30 salones principales. Una obra monumental que serviría para resaltar la grandeza del monarca.

En definitiva, dos ciudades muy distintas, que conviven en nuestro Madrid actual, llenándolo de detalles y matices inolvidables, y que desprenden un misterio que, para conocer bien nuestra propia historia, nos vemos obligados a traspasar.

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